domingo, 21 de octubre de 2007

Albumes de fotos...

Ladies and Gentlemen... don Manuel Chavarria

Mi abuelo fue, simplemente, la persona mas carismática que he conocido en la vida. Yo iba con él todos los sabados a la finca, y eso era como andar con un Rock Star. De Tierra Blanca para arriba en TODAS las casas lo conocian. Suena como hiperbole, pero creanme que no lo es. Me acuerdo de parar por cosas al azar... se jodía el carro, yo necesitaba ir al baño, lo que fuera y en todas las puertas salia una cara sonriente:

"Don Manuel! Pase, pase... no quiere un gallito?"

En mi familia todavia son hazañas los chistes malos del difunto... "muy rica la comida, lo que mejor le quedo fue la cerveza y el cigarro." le decía a las señoras que pasaban todo el dia cocinando con leña y palmeando tortillas.

Para explicarle a los que nunca lo conocieron exactamente el tipo de persona que era siempre cuento la misma historia. Cuando murió, a su funeral fueron llorando las cajeras del supermercado donde, una vez a la semana, él hacia las compras para la familia.

Hoy mi mamá me envió este email.... esta es la persona de quien yo me acuerdo....



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(El guapo de la foto soy yo... con mi abuelo)


- Pedro Alvarado Chavarria


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PELÍCULAS EN LLANO GRANDE DE CARTAGO

Silvia Chavarría, Punta Uva, 13 de diciembre del 2006. Revisada en Punta Uva, 6 de setiembre del 2007.

Las memorias son totalmente personales:
Sesgadas por mí, cambiantes, obedeciendo a mis necesidades, a cómo soy ahora, a cómo fui, a mis contextos, los anteriores y los actuales. Las personas que participaron o fueron espectadores de estos sucesos posiblemente tendrán recuerdos diferentes. ¿Cuáles son los correctos? Ni siquiera cabe la pregunta: Todos.
Cuando los hechos sucedieron,
-estas experiencias fueron recogidas y guardadas por mí (el “input”), bajo mi filtro personal.
-Luego las he relacionado, las he mezclado, las he remezclado, las he conectado, las he “digerido”, una y otra vez, han estado vivas y cambiantes en mí.
-El “output”, la salida a la luz cuando se da, los recuerdos en sí, van a depender de mi filtro personal actual, de cómo soy yo ahora, no solo de su ingreso ni de su vida interna. Van a reflejarme a mí ahora, no lo sucedido ni lo que era yo.



Limpiando la bodega de la casa de mis abuelos, que ahora es de mi Mamá, me encontré unos recibos y catálogos viejos de alquiler de películas. Eso me hizo recordar y ….

De 1952 a 1963 (año de las erupciones del Volcán Iraza), desde los seis meses a los once años de edad, prácticamente viví en Llano Grande de Cartago, un pueblo de las faldas de dicho volcán, como a 1800 metros de altura. Hasta 1958 fue tiempo completo, y a partir de esa fecha, en época escolar estábamos en San José de lunes a viernes a medio día. Mi papá trabajaba manejando una finca lechera en la zona. Mi mamá, hasta 1958, cuidaba a sus cuatro hijas, de las cuales yo soy la segunda. A partir de 1960, mi mamá daba clases en una escuela primaria y la familia se amplió con el nacimiento de mi hermano.

En ese entonces, en el pueblo, el único pan de harina de trigo era el que hacía mi Mamá pues lo que se comía era tortillas. Los caminos no eran pavimentados sino que llenos de piedras y huecos: polvaredas enormes en verano y barro en invierno. La ciudad más cercana era Cartago, y para llegar, según mis cálculos de niña, se duraba horas y eso que mi Papá era el propietario de uno de los pocos automóviles del pueblo. Las familias de Llano Grande nos abastecíamos de lo necesario por medio de compras periódicas los sábados en Cartago. Este era un viaje importante, por lo que lo hacían los hombres del pueblo. Si eran hombres consentidores, traían los encargos que su familia les había hecho. Si no, ellos eran los que decidían qué se compraba, desde las telas para que las costureras les hicieran la ropa a su familia, hasta el maíz para las tortillas.

Pues en Llano Grande había cine los sábados en la noche, en una bodega, una Troja, que había en la esquina de la plaza del pueblo. En ese momento empezaba el fin de semana para la mayoría de los habitantes del pueblo. Además, como la Troja no era hermética, tenía que hacerse a oscuras para que no entrara la luz.

El autor de esta maravilla era mi Papá, que como “cura de pueblo”, le tocaba desde replicar hasta dar la misa. Y cada paso lo hacía con gran entusiasmo, precisión y disfrute.

El proceso empezaba el lunes, cuando se devolvían los rollos de 16 mm de la película exhibida el sábado anterior. Normalmente eran tres los rollos que se guardaban con mucho cuidado en unas cajas especiales, metálicas, delgadas, amarradas con fuertes fajas y hebillas. Una persona subía a llevar la leche a la Dos Pinos, la única procesadora de leche de esa época, recogía los rollos y los iba a dejar a un negocio frente al Cine Variedades. Ahí recibía la información de qué películas estaban disponibles para el próximo sábado. Si había suerte, esta información llegaba en forma de un pequeño listado escrito a máquina, con el nombre de la película, los principales autores, el número de rollos (que permitía calcular la duración), y el tipo. Papá recibía el listado al día siguiente y aconsejado por mi Mamá, hacía la escogencia. Yo me acuerdo oír la discusión sobre qué pedir.
-Debía de ser en español, pues ahí solo mis papás hablaban inglés. Además, no sé la calidad de los subtítulos en aquella época, pero tampoco la lectura rápida era una habilidad de muchos de los futuros observadores.
-Tenía que interesarle al público, que era principalmente los hombres del pueblo. A veces llevaban a alguna esposa y en casos especiales, iban algunos niños.
-No podía tampoco ser una película censurada, donde censurable era hasta un divorcio. No sé si en esa época había películas pasadas de tono para rentar, pero en todo caso no creo que mi Mamá hubiera dejado que es exhibiera una.

No había muchas películas que cumplieran estos requisitos y en general, la escogencia casi siempre terminaba en una película mexicana, con mucha acción, mucha música ranchera y algo de romance. Normalmente no se nos permitía ir a verlas pues estas películas eran lo opuesto a lo que nosotros teníamos en la casa. Ambos padres eran aficionados a la música clásica y la música popular que oían era la de Estados Unidos principalmente, las grandes bandas, los blues, los crooners como Frank Sinatra, Nat King Cole, etc. Además, la entretención de ambos era la lectura, y la emoción era recibir de vez en cuando revistas en inglés como Saturday Evening Post, Look, etc. Se esperaba que nosotras siguiéramos sus pasos y los regalos que recibíamos con gran emoción cuando iban de compras a Cartago, eran unos libritos pequeños, como de 3 cm de lado.

Una vez hecha la escogencia, mi Papá sacaba de su closet especial lo necesario para hacer los rótulos: unas hojas grandes de papel periódico en blanco (a mi me extrañaba que se les dijera así pues en la realidad eran amarillentas), unos pinceles gordos, y tinta en unos frascos preciosos de vidrio transparente. Forraba la mesa con unos periódicos viejos (estos sí tenían letras) y se daba a la tarea. Se concentraba, veía la hoja en blanco en frente de él, revisaba el nombre de la película, y sin hacer rallas, hacer un borrador, hacer marcas con lápices, ni nada, nosotras veíamos cómo iban saliendo aquellos preciosos anuncios, de dos o tres colores, sobrios, elegantes, con algunos dibujos, subrayados y exclamaciones. Además eran fáciles de leer pues tenía una preciosa letra. Luego pegaba los anuncios en las principales pulperías del pueblo. Cómo quisiera tener uno de estos posters para poner en mi casa. Lo único que me queda es el recuerdo, la fascinación de niña de ver a alguien crear de la nada. En estos días que he tenido que aprender a hacer letras y rótulos para apoyar mis posiciones políticas, siento que mi papá me está acompañando y a veces me ayuda.

El sábado había que revisar que la Troja estuviera limpia, cosa que a veces no era tan fácil pues era una bodega de papas. Se ponían unos pocos bancos, pero creo que la mayoría de las personas que asistían llevaba su propio banco. Las pocas veces que fui me tocó sentarme en el suelo. Una sábana blanca limpia de mi mamá, pegada a la pared era la pantalla.

Luego mi Papá cobraba la entrada, (no me acuerdo cuál era el monto, pero sí era diferente para niños que para adultos), sentaba a la gente y enseñaba la película. Los intermedios obviamente eran cuando se tenía que cambiar de rollos, cuando se iba la luz (situación muy frecuente en aquella época) o cuando se reventaba el rollo y tenía que repararlo. Hacía un frío increíble en esas noches, sobre todo en las noches de verano, donde no tiene uno siquiera la cobija de las nubes.

Como dije antes, pocas veces me dejaban asistir al cine, pero sí me acuerdo haber visto algunas películas, la mayoría muy cantadas, muy rancheras, con un poco de romance, todas con final feliz. Creo que todavía me puedo acordar de algunas canciones, que no entendía mucho en aquella época y todavía tampoco como por ejemplo aquella que dice:
“Yo te tuve, te mantuve, te sostuve y te di;
hoy no tengo, ni te tengo, ni mantengo ni te doy;
búscate otro, que te tenga, te mantenga y te dé;… “
Sin embargo, me puedo acordar perfectamente de algunas diferentes, como las películas de miedo! Ahí aprendí de los alacranes gigantes que vivían en los volcanes, de los extraterrestres, de las arañas gigantes, …. No comprendo cómo me dejaban verlas pues luego tenía pesadillas por días. Tal vez porque no me atrevía a quejarme para que no me dejaran sin ir al cine o para que Mamá no regañara a Papá por la escogencia de películas.

Estos recuerdos son muy importantes y agradables para mí. “Veo” a un adulto dedicarle mucho esfuerzo y tiempo libre a realizar una actividad cuyo único fin era que la gente disfrutara. Ese era mi Papá.

El Blog...

Este blog es para que los miembros de la familia chavarria / gonzalez / hurtado de mendoza / tretti / cotera / alvarado tengamos un lugar en donde poder poner fotos e historias de la finca y la familia que nos une a todos.

- Pedro Alvarado Chavarria
27 Octubre, 2007